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Este estudio, publicado en Palgrave Mcmillan 2009, tiene un enorme interés para el estudio de los orígenes cristianos, pues demuestra que la idea de que la resurrección era una noción extraña al pensamiento griego es profundamente errónea.

El autor demuestra, con gran abundancia de textos, que las creencias religiosas tradicionales de los griegos concebían la resurrección corporal o personal como el proceso por el que la carne mortal de un ser humano podía, gracias a la intervención especial de algún dios, convertirse en carne incorruptible o inmortal.

Los griegos no habrían tenido dificultad en aceptar la resurrección de Jesús, pues muchos personajes de su mitología, como Asclepio o Hércules, habrían pasado por un proceso semejante. Sí habrían considerado, sin embargo, problemática la idea de una resurrección general, ya que la carne de la mayoría de los muertos está hasta tal punto descompuesta y dispersa que parece imposible recuperar el cuerpo con el que el individuo debería resucitar.

El autor estudia la atracción griega hacia la idea de resurrección y las soluciones que los primeros teólogos cristianos dieron al problema de la corrupción de la carne.